Sería un error por mi parte dar la liga por perdida. Ya me pasó hace unas jornadas y de repente nos colocamos a dos puntos. A partir de ahí tuvimos la oportunidad de salir líderes del Vicente Calderón, pero tras dos jornadas, volvemos a distanciarnos a ocho puntos. Es una diferencia abultada, grande para remontar, pero aun quedan treinta y tres puntos por disputarse, incluyendo el Madrid-Barça de la antepenúltima jornada.

Ayer una nueva desilusión rondó por el Camp Nou que presentaba una pobre entrada en uno de los partidos de la jornada donde se enfrentaban el segundo contra el tercero de la tabla. Aun así la Gent blaugrana tenía claro que la liga era un sueño o un espejismo que pocos creían poder conseguir. El Madrid ganaba su partido ante el Espanyol el sábado lo que obligaba a ganar al Barça si no quería distanciarse más aun del Madrid. Los primeros minutos fueron muy fríos, un partido muy táctico, sin brillo y con una afición muy callada, sin ánimo alguno. Trascurridos ya más de veinte minutos de la primera parte el Barça, se fue metiendo en el encuentro, pero fue cuando sufrió el primer barapalo de la noche. El primer gol del Villareal llegaría por mediación de Senna, que adelantó a los de Pellegrini. El internacional español transformó un penalty cometido por Valdés sobre un bullicioso Guille Franco (0-1, 30′) en la que fue la jugada clave de la primera parte. El Barcelona se quedo grogui y no supo reaccionar pese al tiempo que quedaba por jugar en esta parte.

En la segunda mitad vimos a un correoso Villareal en defensa que salía a la contra velozmente, lo que complicaba mucho la existencia al Barça. Pese a los murmullos de la grada el conjunto local seguía luchando e intentándolo, pero las estrellas blaugranas estaban apagadas una vez más. Excepto el canterano Iniesta que sin duda no paro de intentar crear peligro ya fuera por un lado u otro. Mientras tanto Xavi, abría la esperanza. Llegando desde atrás, el de Terrassa culminaba otra gran jugada de Iniesta y hacía subir el empate al marcador (1-1, 21′). Como ante Osasuna, la victoria y el milagro parecían posibles.

Pero el Villarreal se encargó de colocar a cada uno en su sitio. El submarino fue aguantando los embistes blaugranas sin inmutarse, esperó su ocasión, aceptó el cuerpo a cuerpo y el festival de tarjetas del engominado Pérez Burrull. Y así se encontró con la jugada clave de la segunda parte: Cazorla se inventa un pase al espacio para Eguren, pase de la muerte y gol de Tomasson (1-2, 80′).

Fue el golpe definitivo. El campo se fue vaciando lentamente y la gente ya no sueña, vive. Y donde seguimos vivos es en Copa del Rey y Champions.